El futbol, como todos sabemos, a veces puede ser cruel y jugar con los corazones ajenos. Sino que se lo digan a este, el país en el que ahora vivo, Ghana. Quien no recuerda aquel famoso partido de cuartos de final de la copa del mundo, en Sudáfrica (sí la que nosotros ganamos); donde la mano de ese “caníbal” (sobrenombre debido a su hambre de goles, por supuesto) llamado Luis Suarez y el posterior penalti marrado, al larguero, de Asamoah Gyan (quien el pánico le ha obligado a no posicionarse de nuevo a siete metros de la portería) le robaron la gloria de ser la primera selección africana en acceder a unos cuartos de final, quien sabe si incluso más. Hace algo más de un mes, este, el deporte por excelencia en el continente africano, volvió a jugarle una mala pasada cuando perdió en una más que agónica, interminable, tanda de penaltis (esa lotería que tanto gusta por jugar con las emociones al ritmo del instante) esa copa que se juega en enero (quizá dentro de poco no sea la única!), la copa Africa, nadie mejor que Andre Ayew, estrella entre las “estrellas negras” , encarnaba el sentimiento de esta nación al arrastrarse moribundo clamando clemencia al destino.
Castillo de Cape Coast, Capital de la trata de esclavos |
Hay una frase que una vez le escuche al Señor Correa, Presidente del Andino Ecuador, para referirse a los mercados financieros (todo ese tinglado de financiación y deuda que hay montado en esta nuestra sociedad) que decía algo así como: “Los mercados financieros son como esa chica rubia, un poquito vanidosa que si uno muestra mucho interés se hace más difícil todavía de llegar a ella, pero cuando uno se hace el desinteresado tal vez sea la chica la que llama al chico”; Ghana es “negro”, la chica no le hacía ni puñetero caso, en estas a Ghana no le quedaba otra que cambiar sus “gustos” y ahora ya no buscaba a la chica rubia, ahora le gustaba la asiática, la “Chinita” más concretamente, ahora, eso sí, la chica China funciona de otra manera, ella te presta el dinero, o incluso te construye las infraestructuras que necesitas y tú no se lo devuelves, tú le das otra cosa a cambio. Ghana tiene Oro, Ghana es una mina oro. En la zona donde resido ahora mismo empresas chinas construyen el nuevo estadio de futbol, la reforma del mercado de la ciudad y las tres principales carreteras de nueva construcción, todo lo traen, para reducir costes, hasta la mano de obra, de origen penitenciario según dicen las malas lenguas, aunque hay que reconocer que no todo son reclusos peligrosos, también se encuentra algún tipo simpático como el bueno de Gua Tao, joven contable con perfil de contable, famélico individuo de gafas redondas, pero con sonrisa sincera con el que se disfrutan las noches de póker por su agresividad desmedida, sin miedo a la derrota, desmintiendo las leyendas urbanas sobre la efectividad China en el juego pues esta, la derrota, es el único resultado que el azar le suele deparar...; volviendo a la “chinita”, cuando mi empleo me lleva a las zonas de explotación minera, contemplo con estupor como los chinos disfrutan de los derechos de explotación, exprimiendo la riqueza de este país, tanto es así que los niños locales, acostumbrados a los habitantes del país asiático, cuando al pasar me ven me confunden con otro de esos ciudadanos de piel amarilla y ojos rasgados, sustituyendo el clásico “obrouni” (hombre blanco en lengua local) por un mucho más concreto “China” en sus llamadas hacia mi persona. Si de tiempo y ganas se dispone se recomienda la lectura de un libro llamado “Chinafrica”, que explica mucho mejor que un servidor esta realidad.
Así la chica rubia, celosa de las caricias que el “hombre negro” le profesa a la chica china, vuelve a llamar asiduamente al señor negro, siguiendo a pies juntillas las palabras del Señor Correa, ávida de poder disfrutar también de su trozo del pastel (que tal y como la fama le precede, en este hombre negro, el tamaño del pastel es largo y grande, bastante por encima de la media caucásica…parece que las señoritas empiezan a desmelenarse entusiasmadas…). Así moviliza rápidamente sus “armas” de seducción/financiación: Banco Mundial, FMI, etc. Donde el dinero se presta imponiendo unas condiciones muy específicas de utilización. No quiero entrar en la moralidad de este financiamiento, pues la suerte tengo de participar precisamente en un proyecto del Banco Mundial, y aunque creo que en muchos casos se hace con buena intención y con un propósito de ayuda, la realidad, según mi experiencia, es que la inversión, por corrupción interna y factores que explicar no podría sin hacer este texto interminable, no supone un cambio radical en la vida del hombre negro a largo plazo, no es sostenible; sin embargo lo que si hace de manera perenne es engordar a la “malintencionada”, la deuda de este pobre país, que en caso de no poder devolverla no le quedara otra que tirar de nuevo de esos, sus preciados recursos naturales, para poder paliar la pataleta de la chica rubia.
Así entre estas dos “fieras”, asiática y caucásica, despedazan sin piedad al “hombre negro” robándole cualquier posibilidad de aprovechar sus dotes (oro, petróleo y bauxita) y ser un país independiente económicamente en un clásico “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, sí, señor Obama “Yes, we can”. Solo una, la chica fea, la que importa poco, la desinteresada, el ONGenismo intenta curar las heridas de este país, construyendo de manera altruista pequeños proyectos que si bien carecen de “peso” real en la mejora del país siempre son bienvenidos.
En que se traduce todo esto, caída libre de la moneda local, inflaciones monstruosas (no hay que ser economista consumado para deducir caída libre moneda local + inflación = pobreza), además de habituales cortes en el suministro eléctrico (llevando al novato inexperto en estos quehaceres, a sufrir no pocos accidentes domésticos como resbalones en la ducha seguidos de una perorata de insultos y blasfemias desmedidas, desde el suelo mojado claro, y días de andares apenados; hasta que consigues sacarte ciertos permisos locales como el carnet de cocinar a oscuras, sí ya soy todo un experto) y cortes en el suministro de agua potable haciéndome ver el valor incalculable que una ducha de agua caliente tiene, tras una larga semana a base de ducha de barreño, con agua fría, cubito a cubito “yes, sir!”.
Pese a todo Ghana, este país histórico, posee un valor añadido, su gente, esos productos de una, cierta, educación “British” que prefieren resolver las disputas “entre tazas de té” que en duelos fratricidas. Simpáticos, pillos y curiosos se vuelven “piratas” en la noche “abordando” de manera pacífica toda nave extrajera para una última danza bajo el cielo. Con la familia como pilar básico, las mujeres, en el mercado, no dudarán en darte conversación, e incluso casarte querrán, como lo haría la más afable de las mujeres andaluzas, haciéndote sentir menos extranjero. Amantes de esa comida picante y monótona a base de pastas de tubérculos y sopas que al tragarlas te hacen sentir cual dragón a punto de lanzar llamaradas, y capaces de sostener de manera firme y airada que la comida europea es insípida e insoportable, “Mon dieu!”. En definitiva personas en general optimistas y, sobretodo y pese a todo, felices, que llevan al extranjero de manera obligada e infranqueable a realizar un ejercicio de autocrítica y reflexión hacia los valores/bienes materiales que gobiernan nuestro ánimo, pero esa es otra guerra.
Andre Ayew, acompañado por Assamoah Gyan, en su andar moribundo |